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Retina en edad pediátrica

Aunque la gran mayoría de los niños tienen la retina sana no debemos dejar de explorarla. Sus enfermedades pueden ser muy graves para el ojo y la visión.

¿Qué síntomas tienen las enfermedades de la retina en niños?

Las enfermedades de la retina en edad pediátrica son muy poco frecuentes. Puesto que los niños hasta los 5-6 años raramente se quejan de pérdida de visión, son los signos indirectos (como notar que el niño se acerca mucho a los objetos, desviaciones oculares, reflejo blanco en la pupila, etc...) los que orientarán hacia estas patologías.

¿Qué enfermedades de retina son las más frecuentes en niños?

Patología tumoral: Ante todo niño con un reflejo blanco  en la pupila hemos de descartar la patología tumoral puesto que el retinoblastoma es el tumor intraocular maligno más frecuente en niños y un diagnóstico y tratamiento precoz condiciona el pronóstico. 

Distrofias retinianas: Constituye un variado conjunto de enfermedades de causa genética en las que se produce un mal funcionamiento de la retina, generalmente progresivo. Entre estas las más frecuentes son la enfermedad de Stargardt, la enfermedad de Best, la amaurosis congénita de Leber, etc...

Malformaciones retinianas: Grupo heterogéneo de enfermedades en las que existe una formación anómala de la retina y sus tejidos anexos (coroides,..). Las más frecuentes son la  persistencia de vasculatura fetal, los colobomas,..

Enfermedades vasculares: Enfermedad de Coats, retinopatía del prematuro

Infecciones retinianas: Afortunadamente en la actualidad son muy infrecuentes dado el mejor control de las mujeres gestantes. Las causas más frecuentes son la toxoplasmosis ocular, el citomegalovirus, la rubeola congénita, etc..

¿Cómo se diagnostican estas enfermedades?

Para diagnosticar cualquiera de estas enfermedades es básico realizar los controles rutinarios prescritos por el pediatra, efectuados por un oftalmólogo pediátrico quien, en caso de sospechar cualquiera de ellas, remitirá al niño al especialista en retina pediátrica. Una exploración de fondo de ojo (dilatar las pupilas con gotas para explorar la retina) es suficiente en un gran número de casos para el diagnóstico. Existen multitud de pruebas (tomografía de coherencia óptica, electroretinograma,…) que pueden ayudar a confirmarlo.

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